Guión de un día de campo

Por: Erick Barrera Tomasino

Foto de Mariana Toscana

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Es una mañana de mucha humedad, la leve llovizna de la noche anterior más  los primeros rayos del sol que caen sobre la tierra apenas mojada comienzan a elevar la temperatura en este pequeño caserío de vocación agrícola. Josué y Nahúm preparan sus herramientas de labranza. Machete y azadón. Alguna botella con agua para apaciguar el asfixiante calor de estos días no está de más en el pequeño matate. Apenas una taza de café representa el “primer desayuno”. Las tortillas que prepara Teresa -la compañera de Josué- serán para más tarde cuando toque comer “de verdad”. Ambos toman sus cosas y se dirigen a la parcela que han arrendado para trabajar este año en lo que siempre han hecho: labrar la tierra para cultivar sus alimentos.

Aún es pronto para pensar en el invierno, “pero hay que tener todo preparado” reflexionan los hermanos; además ha sido una de las condiciones del dueño del terreno. Estos hermanos como muchos otros campesinos en el país no son propietarios de la tierra y cada año tienen que negociar el arrendamiento con quien sí la tiene. “Este año hemos tenido suerte, logramos conseguir un terreno de media manzana algo cerca de la casa, así no vamos a caminar mucho”.

Por el camino, cuya distancia entre la casa de los hermanos Hernández y el terreno arrendado, es de aproximadamente un kilómetro nos encontramos a Don Miguel, un señor de unos 74 años de edad, las canas se le notan a pesar de que lleva cubierta su cabeza por un elegante sombrero de anchas alas. Su piel cobriza denota los años trabajados bajo el sol. Saluda con una amplia sonrisa haciendo un ademán con el sombrero, como una cortesía.

-Buen día les de dios –nos dice- mientras su mirada denota la curiosidad al verme.

-Buenos días respondemos los tres casi al unísono.

-Y de donde han sacado a este cipote peludo, espeta sonriendo.

Dice que nos anda haciendo una entrevista, responde Nahúm, entre sonriente y avergonzado.

-Tené cuidado, que estos solo a sacarle la información vienen a uno. Ellos cobran y a uno pero ni los buenos días le dan después.

Casi termino aclarándole que lo hago por mera curiosidad, que no se preocupe, pero las explicaciones están demás para justificar una vieja práctica en estos lugares donde los agrónomos llegan a recetar veneno y a cobrar por decirles lo que ya saben. Quedo en silencio escuchando la conversación de estos tres trabajadores del campo y no varía mucho más allá de que las condiciones del invierno para este año, que en cuanto alquilaron, que si van a regalar la semilla los del gobierno. Todo gira alrededor de su actividad principal. No si bien, hacen un breve comentario sobre el partido de más tarde que disputarán los equipos españoles. Don Miguel se despide, con apretón de mano y nos convida a llegar más tarde a su casa a comer una tortilla y ver el partido por la tele.

Josué intenta dar una explicación al comportamiento de Don Miguel “es un señor tranquilo” –me dice- “pero, es que aquí cuesta tanto ganarse la vida que por ratos da cólera que haya gente que sin hacer mucho reciba los grandes salarios”. Intento no sentirme aludido, pero trato de interpretar sus palabras. “Mire –continúa- si uno porque trabaja propio aunque alquile la tierra, pero cuando no, que nos toca andar viendo de donde sacamos, los dueños de las fincas nos ofrece que nos pagan a veces 3 ó hasta 5 dólares al día. Y para donde agarramos, si es lo único que hay”.

Y no están tan desorientados, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) del año 2010 “El ingreso promedio mensual de los hogares a nivel nacional es de $479.15. Por área la diferencia es bastante marcada en el área urbana es de $570.68 y en el área rural es de $304.75; lo que indica que las condiciones de vida de los hogares del área rural, están por debajo de las condiciones en las que viven en el área urbana”.

 “Es de destacar –prosigue el informe- que el mayor ingreso promedio mensual del país es el del Área Metropolitana de San Salvador ya que para el año 2010 fue de $657.76. Y que los ingresos de los hogares obtenidos en las diferentes áreas durante el año 2010 son menores a los registrados en el año 2009. El ingreso promedio de la población ocupada en el país es de $ 295.64; los hombres perciben un ingreso promedio de $308.19; mientras que las mujeres lo hacen en $279.67; lo que significa que los hombres reciben $28.52 ó 9.25% más de ingreso promedio mensual que las mujeres, aunque en los últimos años esta brecha se viene reduciendo”. El informe usa ocupado como sinónimo de empleado, ¿y qué de aquellas personas que viven ocupadas en busca del sustento diario y que no necesariamente reciben un salario?

A pesar que sus labores les da para sobrevivir el día a día, y de alguna manera contar con sus alimentos, el trabajo en el campo es de los peor pagados a nivel nacional, sino fuera por la fruta de temporada o las hierbas que complementan una simbólica sopa, las familias campesinas se verían en peor estado del que actualmente se encuentran. “Al analizar los salarios por rama de actividad económica, los mayores salarios le corresponden a las personas que estaban ocupadas en otros (Actividades de Organizaciones y Organismos Extraterritoriales), quienes en promedio al mes percibían $1,769.16, le siguen en ese orden Administración Pública y Defensa con $489.95, en contraste, el menor salario corresponde a los Hogares con servicio doméstico con $124.62 y la rama de actividad económica Agricultura, ganadería, caza y silvicultura con $129.73”. Las actividades productivas están desvalorizadas, frente al trabajo burocrático y al de otros sectores de la economía. No es de extrañarse que la aspiración de muchos de los campesinos sea dejar de serlo para dedicarse –si es que tienen suerte- a otro tipo de trabajos.

El día se va tan rápido y tan lento al mismo tiempo. El inclemente sol invade este sitio de tierra poco fértil y casi sin árboles, pero que para los hermanos Hernández significa la fuente de su alimentación para esta cosecha. De repente casi como por arte de magia Teresa aparece con una canasta sobre su cabeza y los hijos en común con Josué, haciendo variadas piruetas en son de juego, sonríen quizá sin darse cuenta de las penurias que padecen sus progenitores.

-“Aquí esta la comida, joy” anuncia Teresa a pocos metros de donde me ubico.

-“Vaya joy” -responden -ya vamos.

Teresa sonríe con un rictus mas serio que cuando la ví por la mañana. Las labores domésticas sin duda no dan para andar riendo. Le pregunto si se siente bien y me responde mecánicamente que sí. Los niños ríen al verme tapando sus inocentes bocas con sus manos llenas de tierra. Llegan los labrantes y se sientan a la improvisada mesa a ras de suelo. Teresa sin esperar nada más sirve los platos y los sirve, ofreciéndonos a mí, a Josué, Nahúm, los hijos y ella al final, en ese orden. Como de costumbre exceptuando que ahora estoy yo.

La conversación es lo más parecida a un funeral, parece que en la mesa estamos más preocupados por ingerir la comida que por hablar. No obstante intento meter algún tema, para que el silencio no sea nuestra compañía. ¿Y como hacen para comprar la comida que no producen? Teresa es la primera en reaccionar, sabe que esa área es la suya. Sin embargo es Josué quien responde primero. “Mire, como ya le dije, además de trabajar en sembrar nuestro maíz y nuestro frijol, tenemos que hacer trabajos con gente que nos paga, aunque sea poquito, pero algo dan, entonces de ahí compramos lo demás”. ¿Y les alcanza? Entonces Teresa, salta y dice: “y si hay que hacer que alcance, si así toca usted, si una tiene que hacer hasta magia, y si no nos toca aguantar, porque aquí una todos los meses el mismo pisto, pero mire los precios suben y suben, solo falta que nos muramos para alcanzar la comida en el cielo”.

De hecho, el mismo informe plantea que “el costo de la Canasta Básica Alimetaria (CBA) percápita urbana en el año 2010 fue de $ 45.12 y la rural de $7.80. Para el año 2010 el costo de la CBA, en el área urbana, para un hogar tipo promedio de 3.73 miembros es de $168.29 y de la CBA ampliada es de $336.59.

El costo de la CBA en el área rural, para un hogar tipo promedio de 4.26 miembros es de $118.42 y de la CBA ampliada es de $236.86. A nivel nacional un 36.5% de los hogares se encuentran en pobreza; de estos el 11.2% se encuentra en pobreza extrema; mientras que el 25.3% están en pobreza relativa.

En el área urbana el 33.0% de los hogares viven en pobreza; el 9.1% están en pobreza extrema y el 23.9% en pobreza relativa. En el área rural un 43.2% de hogares se encuentran en pobreza, de los cuales el 15.1% están en pobreza extrema y el 28.1% en pobreza relativa”. El costo de la canasta básica en el área rural es menor que el del área urbana, como si comer poco es por vocación, como si vivir pobre es por decisión de cada quien.

Mientras conversamos, ya con más ánimo gracias a los deliciosos alimentos ingeridos, Ixil la hija mayor, le enseña su libro de lectura a su pequeño hermano Lucas. Un gastado libro de nombre “El Sembrador”, es quien transporta a los pequeños a mundos imaginarios. Tienen algo de suerte de poder ir a la escuela. Ixil con once años, cursa actualmente el 5º grado en la escuela del cantón, donde a veces comparte lecciones con niños del cuarto grado. Por su parte Lucas, de 8 años va a 2º grado, promovido de manera casi automática para dar paso a los demás niños que este año iniciaron su vida escolar.

Son pequeños afortunados, tomando en cuenta los datos de escolaridad que reporta el informe en su apartado sobre analfabetismo[1] que, entre otras cosas, solo confirma las claras diferencias entre las condiciones de vida de los habitantes del campo con los de la ciudad: “En el área urbana la tasa de analfabetismo es de 8.83% dentro de esta la proporción de mujeres es de 5.99% y la de los hombres de 2.84 %; en lo rural, la tasa de analfabetismo es de 22.15% correspondiendo el 12.66% para las mujeres y 9.49% para los hombres”.

En relación al género las tasas específicas de analfabetismo son: a nivel nacional, para las mujeres el 15.7%, y para los hombres el 11.3 %. En el área urbana para las mujeres es de 10.9% y para los hombres de 6.3 %; en lo rural, para las mujeres es del 25% y para los hombres de 19.6%. Es de mencionar que por área la brecha en las tasas de analfabetismo es bien marcada, ya que para el área urbana, esta es de 8.8% y para en el área rural, de 22.2%, y en al AMSS es de 5.7%. Las mujeres del área rural son quienes más sufren con la desigualdad, son quienes estarían confinadas a una vida de miserias.

Va pasando la hora de la comida, y recordamos la invitación de Don Miguel para visitar su casa. Teresa se adelanta aduciendo que no nos acompaña, pues la jornada para ella continúa. Las labores en el hogar no terminan, no tienen horario, como tampoco tienen un salario. Algo avergonzado ante esa realidad, dudo en acompañar a los hermanos a disfrutar del ocio. “Véngase” –me dice Nahúm, algo desesperado por la hora- total, falta que terminemos de hablar, me dice con un tono imperativo”. Josué, decide acompañar a su familia hasta la casa, pues él también tiene cosas que hacer todavía. “Galán los jóvenes que tienen tiempo hasta para joder” bromea mientras se despide de mí.

Por el camino que conduce a casa de Don Miguel, Nahúm me confiesa que siempre ha pensado dejar la vida del campo. Quiere, como muchos otros emigrar a la ciudad y si pudiera irse a Estado Unidos a buscar “mejor fortuna”. Ya lo ha intentado, pero tampoco la vida en la ciudad es fácil. Por su poca experiencia y formación, solo le ofrecían trabajos como guardia de seguridad. Nada más. Así como él, mucha gente del campo ha tenido que buscar en las ciudades mejores condiciones de vida.

Para el año 2010 la EHPM muestra que “la población total del país fue de 6,181,405 habitantes, distribuidos en los 21,040.79 Km². con los que cuenta el territorio nacional, con una densidad poblacional de 294 habitantes por Km². Para el área urbana el total de la población fue de 3,864,309 habitantes, representando el 62.5% del total de la población y en el área rural fue de 2,317,096 habitantes, lo que representa el 37.5 % del total de la población”. La población se va concentrado cada vez más en las ciudades, casi en sigilo, la falta de políticas agrarias en los años anteriores ha provocado un proceso de “descampesinización”, sumando a esta gente al cada vez más amplio mercado de fuerza de trabajo en la ciudad.

“Imagínese, parece que uno está condenado a vivir así, ningún trabajo distinto pude conseguir, solo por no haber estudiado mucho, si aquí hasta hace poco que pusieron la escuela ¿y cómo hace uno? Como que ya lo hacen para que siempre quedemos sirviendo a los grandes millonarios”. Se queja Nahúm.

Y es que la tasa de alfabetismo en El Salvador, si bien ha mejorado, presenta muchos retos por asumirse, del total de la población de 6 años y más, es decir 5,547,607 personas ; la población de alfabetos para el 2010 era de 4,688,563; mientras que los analfabetos era de 859,044. Si vemos las diferencias entre la población urbana y rural del total de la población urbana que corresponde a 3,497,580; los alfabetos son 3,134,217; mientras que los analfabetos 363,363. En tanto de la población rural 2,050,027; los alfabetos son 1,554,346; y los analfabetos 495,681. Y prosigue el informe: Para el año 2010 la escolaridad promedio a nivel nacional es de 6.1 grados, es de destacar que a nivel de área se presentan diferencias, ya que para el AMSS la escolaridad promedio de 8.2 grados, 7.2 grados para el área urbana y 4.2 para el área rural, siendo esta la que está por debajo del promedio del país.

Los años de estudio a nivel nacional la escolaridad promedio por género es de 6.2 grados para los hombres y 6.1 para las mujeres. En el área urbana, la escolaridad promedio de los hombres es de 7.4 grados y de las mujeres de 7.2; en la zona rural, la de los hombres es de 4.2 grados y de las mujeres de 4.1 grados. Mujeres y campesinas de nuevo, las que menos acceso tienen.

Llegamos a casa de Don Miguel, como buen anfitrión nos recibe con un sabroso refresco de mango y nos convida a entrar a la sala donde ya tiene encendida la tele. El juego está por comenzar, cada quien tiene sus preferidos aunque nadie conoce nada de España. “Mire -dice don Miguel, espantando el calor con su sombrero de anchas alas- esto es de lo poco que nos queda para divertirnos, a los campesinos además de trabajar todo el día también nos gusta reír, también somos seres humanos ¿o no?” Sorbo mi vaso de refresco y le sonrió. Lo que no saben es que yo también he sido un campesino que cree, que estas condiciones pueden cambiarse… si labramos juntos la realidad para que suceda. Mientras, la tarde avanza sin nubes que asomen. Aún falta para que inicie el invierno. Quizá traiga algo de tempestad.

[1] La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO) define el analfabetismo como la situación de una persona que no posee las habilidades para leer y escribir con comprensión una frase simple y corta.